José Bergamín, una poesía del exilio | Cultura | EL PAÍS
Los 32 poemas inéditos de José Bergamín (1895-1983) que publica hoy EL PAÍS fueron enviados por el escritor a su hijo Pepe y a su nuera Pilar con su carta del 13 de abril de 1969, escrita desde París en la última etapa de su exilio. Este se inicia 30 años antes, el 6 de abril de 1939, cinco días después de finalizar la Guerra Civil, al solicitar en la Prefectura de Policía parisiense la carta de identidad como refugiado español.
Bergamín continúa su exilio en México DF (1939-1946), Caracas (1946-1947), Montevideo (1947-1954), París (1955-1958). Tras un primer regreso a Madrid, y como consecuencia de haber encabezado en 1963 una carta de apoyo a los mineros asturianos en huelga dirigida a Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo, inicia un nuevo exilio en París (1964-1970).
La carta fue escrita el 13 de abril de 1969, “en vísperas del 14º, aniversario, tan fantasmal, de la que fue primaveral revolución española, también perdida”, escribe Bergamín evocando la Segunda República. Esta carta forma parte del archivo de la familia de Pepe, Pilar y sus cuatro hijos.
La obra literaria de Bergamín es la más extensa y diversa de los miembros de la generación de la República, denominación que el escritor prefería a la de generación del 27. Comprende aforismos, ensayo, teatro, periodismo (literario y político) y, por supuesto, poesía, y a ello cabe añadir su extraordinaria labor como editor de libros (Ediciones del Árbol y Editorial Séneca) y revistas (Cruz y Raya), en España y en México. Precisamente su obra poética es la que presenta un mayor consenso entre los estudiosos.
La publicación de sus libros de poesía se llevó a cabo fundamentalmente tras su regreso a España en 1970. Pero durante su segundo exilio en París, Bergamín continúa con su costumbre de remitir sus poemas a familiares y amigos. En la correspondencia consultada la principal receptora de sus poemas es Pilar, a quien escribe los
Cuadernos de Pili. En julio de 1968, le dice: “Siguen creciendo sin parar porque es raro el día que no anoto alguno en este diario poético, que, por serlo, parece más triste de lo que yo en realidad soy, o estoy”.
En las adversas circunstancias del exilio, las cartas de Bergamín transmiten la esperanza y la alegría por la vida de un católico providencialista. En agosto de 1965 escribe: “Las gentes no saben que la felicidad es un deber y no solo un gusto. Claro, esto se empieza a comprender de los sesenta años en adelante. Cuando se es viejo verde (el ideal de mi vida)”. Y en abril de 1969 recuerda a su hijo Pepe que “siempre hay que darle gracias a Dios en medio (y no al fin ni al principio) de todo, como decía tu abuela, mi madre, sabia andaluza antequerana”.¿Cómo fueron los últimos años del exilio de Bergamín en París y cuál era su visión política de España y del mundo mientras escribía estos 32 poemas? Su correspondencia permite reconstruir su peripecia vital en esos años: la soledad del exilio, la percepción del propio envejecimiento y su estado de ánimo en cada momento; la angustia existencial y la consideración política sobre si podía, debía y quería volver a España, así como sobre las condiciones y el momento adecuados; su intensa actividad intelectual, y la convivencia cotidiana con los amigos que le ayudan y acompañan en su exilio, a la cabeza de los cuales siempre está
André Malraux, ministro de Asuntos Culturales de Francia entre 1959 y 1969, que promueve su nombramiento como Comendador de las Artes y de las Letras en 1966.
En diciembre de 1966 Bergamín, a pesar de que en sus artículos periodísticos, que no podían publicarse en España, mantiene sus “críticas y burlas” sobre la situación política española, escribe: “He traspasado la barrera del pesimismo. Hay en toda esa confusión mucho de positivo”.
Esta actitud le lleva en su correspondencia a valorar favorablemente algunas decisiones del régimen franquista, que podían contribuir a la apertura del horizonte político. Pero el escepticismo de Bergamín sobre la aplicación de esas políticas más aperturistas aflora también en sus cartas, por la resistencia que provocaban en algunos grupos políticos del franquismo.
Su reflexión sobre la situación política española considera también su posible influencia para poder regresar a España. En noviembre de 1966 califica de golpe teatral, pero significativo, el anuncio del régimen de una amnistía total de las sanciones derivadas de la legislación especial de responsabilidades políticas al finalizar la Guerra Civil, aunque dice que “hay que esperar hasta ver cómo se concreta, y si realmente es o será de veras”, así como que le parece “mucho más importante la supresión de los tribunales especiales”. “Todo ello”, añade, “significaría una democratización, cuya sola apariencia podría modificar la situación actual española; y particularmente la mía, pues no sé cómo podrían negarme ahora el pasaporte… bastará que se finja un Estado de derecho para permitirme entrar y salir cuando quiera. Esperemos. En todo caso, es una noticia esperanzadora y abre el horizonte inmediato; y a mí me anima muchísimo…”.En junio de 1964, a los pocos meses de instalarse en París, Bergamín se sorprende de la repercusión que ha tenido su artículo Deux mots pour L’Espagne, publicado en Le Monde.Ante el debate que existía en la sociedad española sobre la instauración de una nueva forma de monarquía o la restauración de la monarquía tradicional, para él lo de verdad importante era que antes se restituyese a los españoles el derecho a gobernarse como creyeran conveniente, y que la Iglesia española dejase de identificarse con el Estado. Todo ello para que no se pasase de un reino sin rey a un “caudillismo” sin caudillo.
El 22 de julio de 1969, Franco presenta a las Cortes una propuesta, aprobada, para designar al príncipe Juan Carlos de Borbón como sucesor suyo en la Jefatura del Estado a título de Rey. Ese mismo día, Bergamín, que parecía tener claro quién sería el sucesor, escribe en una carta: “Lo de ahí creo que se ha adelantado nada más a lo que se esperaba y, en este sentido, nos ha sorprendido bastante a los que no estábamos en el ajo”.
La crisis de Gobierno de octubre de 1969 refuerza el poder de los tecnócratas, que impulsaban desde 1959 la liberalización de la economía española, y supone la salida del Gobierno de los titulares de tres ministerios relacionados con el exilio de Bergamín. A las pocas semanas el escritor consideraba que el cambio era “más hondo de lo que parece” y, en carta de 3 de diciembre de 1969, combinando con ironía el cambio gubernamental y el nombramiento del sucesor de Franco, exclama: “¡Viva el Opus-Rey! Perdón”.
Bergamín y su familia retoman las gestiones para sondear las posibilidades de su regreso a España. El 9 de diciembre reciben la información oficiosa de que en la Dirección General de Seguridad no consta ninguna anotación que haga imposible su entrada en el país, ya que, sorprendentemente, figura como “expatriado por su propia voluntad”. Un mes más tarde él comunica a su familia que su decisión de volver ya está tomada y, tras pasar en España el verano de 1970, se instala en Madrid en los primeros meses de 1971.
En carta de 9 de febrero de 1970 muestra nuevamente su percepción de las dificultades para transformar la situación política española, pero metafóricamente reitera también la conveniencia de actuar: “No estoy pesimista por todo ello —aparte mi pesimismo fundamental— pues creo que esta gente —estos López— van piano / piano, y tal vez tengan sus motivos internos que nosotros no percibimos. No es fácil liquidar una situación política como la española, que tiene tantos caparazones endurecidos que romper. El momento es grave de veras para todo cambio por leve que sea o lo parezca. Paciencia y barajar. Pero barajar, que es lo que estoy tratando de hacer yo”. Dos días después considera explicable el efectismo y “espejismo” de la “europeización” y de la “apertura” de la política exterior del nuevo Gobierno, protagonizada por el ministro de Asuntos Exteriores, Gregorio López-Bravo: “Todo ello responde a esa Europa que De Gaulle no quería (por la que ha sido traicionado) pero que los españoles no solo no tienen por qué no querer sino quererla y sin traicionar sus principios de origen (las raíces mismas del régimen). Es la Europa de Alemania. Y ahora más aún, de una Alemania capitalizada por Estados Unidos. Es el nuevo-capitalismo que Hitler profetizó y que el idealismo gaullista no pudo evitar”.
El escritor Bergamín también se sentía periodista. Sus colaboraciones literarias y de carácter político en 110 revistas y periódicos de España y de otros países, fundamentalmente de México, Venezuela y Uruguay, son especialmente significativas en su obra. Su concepción del periodismo queda bien reflejada en el artículo “El sentido periodístico”,publicado en El Nacional, de Caracas, en febrero de 1960. Bergamín, tras considerar falsa la oposición de literatura y periodismo, señala: “Tener sentido periodístico para un escritor es tener sentido del tiempo; del tiempo que vive y del tiempo en que vive (que no es igual)”. Cuando van a cumplirse 30 años de su fallecimiento, el 28 de agosto de 1983, es justo reconocer que Bergamín, en su vida y en su obra, siempre tuvo sentido del tiempo.
Como nace el árbol vivo
de su natural semilla
así nace de tu alma
vivamente la poesía.
ωωω
No se equivoca Narciso:
se equivoca el engañoso
fantasma de su espejismo.
ωωω
Cuando un manchego en La Mancha
de veras se vuelve loco
no se vuelve Don Quijote
sino que se tira a un pozo.
ωωω
La llama tiene dos sombras
una fuera y otra dentro:
y tú eres como la llama
dos veces sombra del fuego.
De sombra es tu corazón.
De sombra, tu pensamiento.
Y entre los dos tú eres llama
luminosa, sin saberlo.
ωωω
Si tú fueras rey de bastos
y yo fuera rey de espadas,
oros pagarían copas
y haríamos malas bazas.
Conque ¡hagan juego señores!
Que aquí no hay cartón ni trampa.
Y no hay más rey ni más Roque
que el palo de la baraja.
ωωω
Al fin se acabó la historia.
Y tú te quedaste, al fin,
solo y sin pena ni gloria.
ωωω
Tú sabes lo que te digo:
que si no dices verdad
no digas que eres mi amigo.
ωωω
De un sueño nace tu alma.
Y de otro sueño se muere.
Entre un sueño y otro sueño
tal vez nunca se despierte.
ωωω
A mí me está pareciendo
que tú no quieres oír
lo que yo te estoy diciendo.
ωωω
Lo que nos dice la fe
no es ni verdad ni mentira.
No se ve lo que se mira:
se mira lo que se ve.
ωωω
Por los caminos del aire
se perdió mi pensamiento.
Y no he podido encontrarle.
ωωω
Yo no sé por qué será
que veo claro lo oscuro
y oscura la claridad.
ωωω
El curso de la vida es como un río
dijo Manrique, y es la muerte el mar.
Conforme corre el río va sintiendo
ensancharse su cauce más y más.
Es como el dulce discurrir de un llanto
que, al cabo, sentirá
amargarse sus lágrimas postreras
con un sabor de sal.
ωωω
Lo que anda diciendo el río,
como el viento cuando pasa,
es lo que dice la lluvia
cuando cae sobre el agua.
Es lo que dice en el fuego
el crepitar de sus llamas.
Es lo que tú estás diciendo
cuando miras y te callas.
ωωω
“Más claro, agua”.
Agua que corre y huye
para ser clara.
ωωω
El cielo parió una estrella.
Y la envolvieron las nubes
en sus pañales de niebla.
ωωω
La estrella más luminosa
cuando la miran tus ojos
se apaga como una sombra.
ωωω
En tu vida hay dos silencios:
uno es silencio por fuera,
otro es silencio por dentro.
Y te parecen al serlo,
uno, silencio del alma,
otro, silencio del cuerpo.
ωωω
Hay que saber separar
de un silencio otro silencio.
El silencio de los vivos
y el silencio de los muertos.
ωωω
Al que Dios no le da el habla
el Diablo le da un silencio
que no quiere decir nada.
ωωω
También el silencio es máscara
que le da forma al vacío
sonoro de las palabras.
ωωω
La elocuencia del silencio
enmudece lo que hablas.
Hay silencio en lo que dices
y decir en lo que callas.
ωωω
Hasta la llama más viva
se apaga cuando se duerme
blandamente en la ceniza.
Se va quedando dormida
al cobijo de su lumbre
soñando que resucita.
Que hasta la llama más viva
cuando se apaga se vuelve
Cenicienta de sí misma.
ωωω
Al borde del precipicio
se asoma tu corazón
como al espejo Narciso.
Se enamora de sí mismo
sin ver que es imagen suya
la del abismal vacío.
ωωω
Tengo el alma acostumbrada
a su tristeza mortal
y a mí ya nada me espanta.
A mí ya nada me espanta
porque tengo el corazón
tan triste como mi alma.
ωωω
Tú tendrías que ser otra
y muy distinta de ti
para que yo te creyera
la misma que te creí.
ωωω
Yo no sé si yo soy el que me sueño
o si es otro el que a mí me está soñando;
otro que me separa de mí mismo
que me vuelve un extraño
fantasma de otro sueño, de otro mundo,
más íntimo y lejano;
otro sueño, otro mundo, en el que estoy
como desensoñado.
ωωω
Como el eco en el viento, como el vuelo
perdido de los pájaros,
el sueño de un amor que fue mi vida
se me ha quedado muerto entre las manos.
ωωω
Tu alma es tan perezosa y dormilona
que parece que está durmiendo siempre.
Tal vez sin despertar de tanto sueño
se dormirá en la muerte.
ωωω
No es un sueño la muerte,
ni es un sueño la vida.
El sueño está en los ojos
con que tú las miras.
ωωω
Como la luz de la tarde
tu alma se va apagando.
Tu pensamiento en tu alma
se va crepusculizando.