miércoles, 30 de enero de 2013

XOGO VIL, un poema de Luis Pimentel

Laura Giordani: Juego vil- un poema de Luis Pimentel


Xogo Ruin

Aquil neno
pincháballe os ollos
ós paxaros; 
e gustáballe ver salir
esa gotiña
de aire e de lus,
ise rocío limpio
de mañanciñas frescas.

Logo botábaos
a voar
e ríase de velos
topar contra o valado
de súa casa,
con un ruido
moi triste.

Crecéu e foi de aquiles

martes, 22 de enero de 2013

LA LECCIÓN SUBVERSIVA DE LA POESÍA


Por Aldo Pellegrini
cuyos poemas leeremos el próximo lunes 28 en la BIBLIOTECA CENTRAL DE FERROL, a partir de las siete y media hasta las nueve. Estáis todos y todas invitados .

Hay una fuerza en el hombre, proveniente del simple hecho de vivir, que condiciona su destino de modo fatal. Esta fuerza se vuelve visible a cada momento a través de las manifestaciones del amor, que tiende a trascender del individuo en una comunión con el todo, tiene sus propias leyes irreductibles a los esquemas racionales. La poesía aparece como expresión de ese impulso hacia el cumplimiento de un destino vital, y la fatalidad de ese destino se revela en la poesía como un hecho indiscutible. La poesía no es, por consiguiente, un lujo o un divertimiento, sino una necesidad, del mismo modo que lo es el amor. Todas las otras necesidades, aun las más perentorias, están subordinadas a esos dos, que en definitiva son los dos aspectos de una misma energía primordial que le confiere su verdadero sentido a la vida. Si penetramos profundamente en el significado del viejo refrán "No sólo de pan vive el hombre" comprobaremos que la lúcida sabiduría popular llega a una convicción análoga. Prescindir de la poesía equivaldría a renunciar a la vida.

Considerado así, lo poético no reside sólo en la palabra; es una manera de actuar, una manera de estar en el mundo y convivir con los seres y las cosas. El lenguaje poético en sus distintas formas (forma plástica, forma verbal, forma musical) no hace más que objetar de un modo comunicable, mediante los signos propios de cada lenguaje particular, esa fuerza expansiva de lo vital. Como consecuencia, el mundo poético está en todos, en la medida en que cada hombre es un ser integral. La clara consigna de Lautréamont, "La poesía debe ser hecha por todos", no tiene otro sentido. Aquel que ignora la poesía es un mutilado, tal como lo es aquel que ignora el amor.

La última afirmación podría sugerirnos la idea de que vivimos en un mundo de mutilados, pero no es así: lo que habitualmente encontramos no es la falta de impulso poético sino su represión. Y está reprimido porque vivir hacia lo ilimitado, como exige la poesía, es decir, vivir en la dimensión total, no resulta conveniente para las fuerzas opresoras que dominan el mundo. Aceptar ese modo de vivir significaría prestarle al hombre un carácter casi divino, lo que no interesa a los detentadores del poder, que prefieren considerar al hombre como un objeto, como algo inmóvil y sin dimensión. Para anular a la poesía se ha creado toda una organización de falso pudor, parecida a la que existe para limitar la extensión del amor. Por el crimen de pornografía se concena al amor sin trabas. Parecida condena de pornografía amenaza a la poesía auténtica, sin trabas. Los dos procesos que abren el camino de la libertad, de la acentura, de lo imprevisto y de la exaltación, se ven constreñidos a la categoría de parias sociales.

Abierto el camino de la libertad por la poesía, se establece automáticamente su acción subversiva. La poesía se convierte entonces en instrumento de lucha en pro de una condición humana en consonancia con las aspiraciones totales del hombre. Ceder a la exigencia de la poesía significa romper las ataduras creadas por el mundo cerrado de lo convencional.

Esta función de ruptura no pasa inadvertida para quienes aspiran a una conviviencia basada en la sumisión. Tampoco pasa inadvertida la importancia, la verdadera necesidad de la poesía como factor de expresión vital. La solución contemporánea de estos dos problemas la logran los detentadores del poder domesticando a los poetas, volviéndolos inofensivos, para que ofrezcan un producto falsificado o desnaturalizado que con el título de poesía reciba los honores oficiales, las prebendas. Así se logra un alimento sustitutivo de la pasión poética, que puede designarse con el nombre de poesía "oficial" y que es la negación total de la poesía. Así se alcanza el ideal de los carceleros: lanzar a los poetas contra la poesía.

Por este mecanismo de sustitución, el verdadero poeta queda fuera de la ley, y para darle a su engañifa características de consenso, los carceleros someten a los poetas a la repulsa de la opinión pública. Los detentadores del poder fabrican la llamada opinión pública, y ésta actúa dócilmente en defensa de los intereses que propician la sumisión. La opinión pública es la opinión de los hombres sin opinión, y éstos condenan la poesía. En el momento en que la poesía es colocada fuera de la ley aparece como consecuencia ineludible la figura del poeta repudiado: la poesía se vuelve maldita.

No todos los poetas ceden a la presión del poder y de la opinión pública. Dante, Villon, Blake, Rimbaud, Lautréamont, Artaud, agitaron en una u otra forma el látigo liberador. Pero hay poetas que se rinden, que claudican, y esta claudicación se obtiene a veces por los medios más indirectos. Uno de los medios indirectos de sumisión, en el que caen a menudo verdaderos poetas es el esteticismo. El arte por el arte significa siempre un arte sometido, que rehuye el peligro y busca el calor de los aplausos.

Pero esto no quiere decir que la acción subversiva de la poesía se realice mediante el tratamiento directo de los temas de subversión. No necesita por ejemplo, cantar a la libertad (palabra degradada por los falsarios de todos los colores) pues cantar a la libertad ha demostrado ser uno de los recursos de los propiciadores de la esclavitud. La libertad vive en la poesía misma, en su manera de expandirse sin trabas, en su poder explosivo. Está implícita en el acto de la creación, en ese modo de surgir de las zonas del espíritu donde reina la insumisión, donde es libre en todas las dimensiones. Libre de los esuqemas de la razón, libre de las normas sociales, libre de las prohibiciones, libre de los prejuicios, libre de los cánones, libre del miedo, libre de las rigideces morales, libre de los dogmas, libre de sí misma. En esa zona del espíritu vive la experiencia milenaria de la especie, vive el sentido del hombre, se forman los deseos y las formas impulsoras de la dinámica vital. Allí se establece el vínculo real con el mundo a través de la única vía libre que lleva al universo todo. En esa zona se gesta el milagro, nace la excepción. La poesía tiene allí su imperio, y allí están las fuentes de la imaginación creadora que participa con las potencias del amor en la construcción del ser auténtico, que cuando se lo percibe dentro de sí determina la aparición de un orgullo silencioso y secreto, un orgullo que toma frecuentemente la apariencia de la humildad, y que es patrimonio casi exclusivo, en su monstruosa magnitud, de los santos y de los poetas.

La acción subversiva se manifiesta al ofrecernos la poesía la imagen de un universo en metamorfosis en oposición al universo rígido que nos imponene las conversaciones. La imagen poética en todas sus formas actúa como desintegradora de ese mundo convencional, nos muestra su fragilidad y su artificio, lo sustituye por otro palpitante y viviente que responde al deseo del hombre. Por eso la poesía auténtica degrada a quienes aspiran a existir en un medio dominado por la quietud, un medio pasivo, sin riesgos y sin imprevistos. Ese medio es un esquema irreal, abstracto, desvitalizado; es el falso mundo de la seguridad, que se parece más a un mundo de fantasmas que las más desaforadas creaciones de la imaginación poética. Para completar la paradoja, los defensores de ese mundo irreal se llaman a sí mismos, realistas.

Una actitud disconformista señala el paso inicial que dirige al hombre hacia el centro de acción de la poesía. El poeta se coloca frente a la sociedad aceptada y manejada por los conformistas. La maquinaria social al servicio de una organización deshumanizada reduce a los hombres a números, y cierra todos los caminos. Los que sueñan con el poder, cualquiera que fuere el mecanismo de éste (el dinero, la fuerza, el soborno, el chantaje, la política, el terro) tienden a reducir la conciencia de los hombres a cero. El mundo se convierte así en un reducto sin puertas ni ventanas, domine el patrón oro, o domine la burocracia. La poesía abre puertas y ventanas tanto hacia afuera, hacia el mundo, como hacia adentro, hacia el hombre.

Pero indudablemente la poesía, al introducirnos en el misterio de lo real, nos descubre una vasta zona de peligro, una región inquietante y turbadora. Muchas veces lo poético toma la forma de un acto de violenta provocación y aparece como antipoético, como negador de la creación. Cuando Marcel Duchamp expuso una rueda de bicicleta o un portabotellas con la pretensión de que constituyesen obras de arte, realizó un acto poético del más alto valor subversivo. Lo mismo Rimbaud, al renunciar a la poesía, lleva a su extremo límite la actitud subversiva del poeta. La insumisión alcanza ese límite extremo en el momento en que proclama la negación de la poesía, y ese momento aparece cuando la poesía está seriamente amenazada de domesticidad. Así, lo antipoético se convierte en el valor supremo de subversión y en el mecanismo utilizado por los verdaderos poetas en defensa de la poesía en peligro, para reconquistar su fuerza liberadora. Mediante lo antipoético, se retorna al punto cero, en contacto con la fuente originaria, con el fuego central.

En el proceso utilizado para domesticar a los poetas, el aplauso, el consenso elogioso, la popularidad, son los factores más peligrosos. El poeta que sucumbe a la tormenta de los aplausos debe pensar que los imbéciles, que forman la gran masa de los llamados entendidos, no se equivocan nunca: sólo aclaman lo inofensivo. El poeta debe desconfiar de ese aplauso, de ese elogio unánime, con el que fabrican las rejas de su prisión. Por eso Bretón lanzó un alerta lúcido a los poetas al decir: "La aprobación del público debe rehuirse por encima de todo". Pues un poeta domesticado por el elogio tiene más valor para los predicadores de la sumisión que los inocentes versificadores que ellos presentan como sustituto. El poeta domesticado se convierte en ejemplo de la inutilidad de ser libre. Como el león domesticado, es una caricatura grotesca de un gran señor de la libertad, y sus rugidos adquieren entonces acentos de canto de ruiseñor. No es la confortable y estéril placidez de los parques artificiales la que conviene al poeta; su poder combativo y creador se exalta en la sorda lucha de la selva, y para el poeta de hoy la selva ha encontrado residencia en las grandes metrópolis, donde brotan del suelo gigantescos rascacielos, donde la vida se ve vuelta en la mañana inextricable y despiadada de un mundo mecanizado, y hombres-serpientes y hombres-chacales pululan por las calles.

El humor es el elemento que provee a la poesía de su mayor virulencia. Acerado como la luz, el humor se constituye en la vanguardia combativa en pro de la autenticidad del ser. Con su filo luminoso corta la oscuridad, y aporta el fuego que consume lo muerto y reanima lo vivo. Contiene el feroz deseo del hombre en su virtualidad renovadora, que corroe el mundo de lo inmóvil y lo opaco.

Latente o concreta, la subversión contenida en la poesía auténtica no ofrece dudas; pero la poesía no se reduce a un acto negativo puro: contemporáneamente a su acción provocadora afirma su fe en un mundo mejor que responda a la íntima realidad del hombre. Por eso sostiene una posición de recuperación de todos los antiguos mitos que ofrecen salida al desamparo: el mito del paraíso terrenal, el mito de la edad de oro. La poesía cree en esos mitos así como cree en la fuerza todopoderosa del amor. En esa común pasión coinciden los poetas con los fundadores de religiones. Esa es la causa por la que El sermón de la montaña se reúne con Así hablaba Zaratustra en la misma defensa del hombre. También los poetas hacen suya la memoria de los mártires que buscaron cambiar la condición humana, pues las torturas infligidas a los santos, a los revolucionarios y a los poetas, tienen todas el mismo significado de persecución del espíritu poético, de aniquilación del hombre que no se resigna a un destino sórdido. En una misma veneración se engloba a Jesucristo, Giordano Bruno, el obrero-poeta Bartolomeo Vanzetti y Antonin Artaud.

En una época como la actual, en la que la poesía tiende a la domesticación por los más variados mecanismos en los más variados regímenes sociales, los poetas auténticos se encuentran siempre alertas, aunque estén reducidos a la soledad o compelidos por la fuerza y el terror. De pronto aparecen los Vosnesensky, los Evtuchenko para recordar los derechos inalienables del hombre. Estamos próximos al momento en que la revolución en defensa del hombre se desarrollará en el plano de lo poético.
[Para contribuir a la confusión general, 1965]

lunes, 21 de enero de 2013

poe-ta: Aldo Pellegrini: el rayo que no cesa. Por. Jorge A...

poe-ta: Aldo Pellegrini: el rayo que no cesa. Por. Jorge A...: L a flamante aparición, en Buenos Aires, de la Poesía Completa de Aldo Pellegrini ( La Valija de Fuego , Editorial Argonauta, abri...



Aldo Pellegrini: el rayo que no cesa. Por. Jorge Ariel Madrazo





La flamante aparición, en Buenos Aires, de la Poesía Completa de Aldo Pellegrini (La Valija de Fuego, Editorial Argonauta, abril de 2002) tienta a evocar la figura de este insobornable luchador y padre del surrealismo en la Argentina. Más aún: fundador, en 1926 y en esta ciudad, del primer grupo surrealista de habla española, que entre 1928 y 1930 iba a dar a luz los dos números de la legendaria revista Qué.

Más tarde, en 1951, hace hoy poco más de medio siglo, un puñado de artistas piloteados por este intransigente pionero en pro del acercamiento entre poesía y vida decidía nuclearse bajo el rótulo de "Artistas Modernos de la Argentina". Aquel nucleamiento habría de alcanzar notable significación para el devenir en los terrenos pictórico y poético, proyectándose inclusive más allá de las fronteras del país. En él se enrolaron, entre otros, Alfredo Hlito, Tomás Maldonado (hermano del también relevante poeta Edgar Bayley y renombrado artista y teórico él mismo), Enrique Iommi y Sarah Grilo.

Tal actividad no impidió a Pellegrini -antes bien: le infundió renovada energía- dirigir simultáneamente la colección "Los Poetas" para una conocida editorial, o desplegar otras múltiples facetas de una labor creativa signada por la ética y la pasión.

Baste un rápido racconto para advertir la vigencia de tal labor, más trascendente aún en épocas de intemperie social-cultural como la que impera en todo el planeta desde harto tiempo atrás.

1928: Irrumpía en Buenos Aires, con fuerza arrolladora, el número inaugural de la antes citada revista Qué. Pellegrini era ya un ardoroso poeta y temible polemista; más tarde continuaría siendo el virulento portavoz, y teórico, de las vanguardias que entre los ‘40 y ‘70 se enfrentaron al conformista "ambiente" literario argentino. No temió sobresalir como el audaz iconoclasta que combatió por igual a los defensores del fetiche-dinero, de la corrupción generalizada y de una seudo-institucionalidad colmada de vicios, tanto como a "los snobs de la rebelión ornamental y la crápula intelectual". Fue, asimismo, uno de los escasos miembros de jurados de arte capaz de batirse contra los hierarcas de instituciones culturales extranjeras obstinados en negar a los más renovadores plásticos sudamericanos. Y, por si ello fuera poco, el autor de una antología de poesía surrealista juzgada como "la más completa hasta la fecha en cualquier idioma" por el máximo pope de ese movimiento: André Breton.

Suenan hoy más que oportunas las palabras que otro escritor y compatriota suyo, José Viñals, prodigó a Pellegrini durante un acto en la galería Imagen de Buenos Aires, poco después de la muerte de Aldo el lunes 30 de abril de 1973: "Maestro absurdo, maestro contradictorio, maestro de malos modales. Si obedecemos a su pensamiento lo traicionamos, porque a él le repugnaba la obediencia. Nos calentaba la cabeza y el espíritu con sus insurrecciones, pero si tomábamos partido por sus insurrecciones lo traicionábamos, porque ésas eran sus insurreciones, no las nuestras...".

O bien puede recuperárselo en aquellas reuniones en el habitat de otro inolvidable, Oliverio Girondo. La casa al 1400 de la calle Suipacha donde, al abrir la pequeña puerta negra, se alzaba ante el visitante el célebre Espantapájaros de dos metros de alto, levita negra y pantalón rayado; y también "faroles de barco, vías férreas que cruzaban la sala, piedras totémicas, inmensos roperos de caoba, arañas de Murano, piezas diaguitas, un ombú en un ángulo del comedor y el ídolo polinésico, de madera negra como la puerta, presidiendo todo desde lo alto, sentado en cuclillas, dios del olvido...", según la asombrada descripción de Enrique Molina. Allí tenían lugar las citas destinadas a pergeñar la revista Letra y Línea, fundada y dirigida igualmente por Pellegrini en 1954 y donde dio cabida a artistas tan anticonvencionales y disímiles como el músico argentino Juan Carlos Paz, el propio Girondo, Mario Trejo, Juan Carlos Onetti, Henry Miller.

Pero antes había dado vida, asimismo, junto con Enrique Pichón Riviere, a Ciclo (1948) y había sido un pilar de A partir de Cero, esta última bajo la batuta de Molina y aparecida en 1952. Molina y Francisco Madariaga, Bayley, Trejo, Olga Orozco, Norah Lange, Carlos Latorre, Juan Antonio Vasco, Antonio Porchia, Juan Filloy, fueron algunos célebres contertulios, provenientes de los más dispares sesgos estéticos y cosmovisiones, de aquel Pellegrini explosivo e iconoclasta; poeta, ensayista, antólogo y crítico de arte sin más compromiso que sus convicciones, testigo militante de su época y traductor que devolvió su sentido a los Manifiestos del Surrealismo, como lo hizo con Lautréamont, Artaud y Trakl.


subtítulo: Contra snobs y sabihondos

Había nacido en Rosario, Santa Fe, el 20 de diciembre de 1903, para graduarse de médico un cuarto de siglo más tarde. Nadie recuerda hoy que, en el ‘41, la pasión y lucidez de quien era combatiente en todo terreno habían gatillado un libro sobre medicina, Los mecanismos de la curación, en el que no ahorró hachazos a la práctica médica; un mèttier que en otro momento lo llevó a dirigir la Cruz Azul, en Buenos Aires.

Poco antes de partir hacia esa otra dimensión donde, como él mismo dijo, los poetas no mueren sino que permanecen "encantados", Francisco Madariaga evocó, ante quien firma estas líneas, un episodio sintomático: "Estábamos en lo de Girondo, quien había decidido homenajear con una fastuosa paella al mimo francés Marcel Marceau, de visita en el país. Yo olvidé que no puedo comer mariscos; después de hacerlo, dije a Pellegrini: ‘En un rato voy a sentirme muy mal y a hincharme como un sapo’. Apenas ocurrió, Aldo me llevó volando a la Cruz Azul, pero se puso furioso al comprobar que no tenían el remedio que yo precisaba. Hasta empezó a golpear las paredes. Por poco destroza todo...". Madariaga también se divierte al reconstruir la épica distribución de "Letra y Línea" a bordo del auto de Pellegrini, "al que habíamos bautizado O-Clop por el ruido que metía en cada cuneta..."

Nada casual fue la permanente disposición de Pellegrini, estrechamente ligado a figuras como Marcel Duchamp o Michel Tapié, para batallar en favor de las vanguardias. Inclusive, de aquellas en apariencia más distantes de su postura; ejemplo de ello fueron, hacia 1945, los artistas enrolados en el arte concreto y la abstracción geométrica, grupo del que se erigió en vocero y teórico más destacado. Esa misma actitud de lucha y servicio lo empujaría también a crear, en 1955, la "Asociación Arte Nuevo"; a prodigarse en cursos, conferencias, muestras y publicaciones; a motorizar una admirable voluntad de transgresión, desafío y desobediencia al establishment y a la cultura académica, voluntad paradójicamente acrecentada con los años.

Los también excepcionales ensayos por él consagrados a Artaud, Lautréamont, Girondo, Xul Solar, reflejan idéntica pasión, rectitud y nobleza intelectual y personal. La tesis de todos ellos apuntaba a alertar contra cualquier apropiación de esos creadores por "los snobs, que sólo ven en su rebelión un producto de gran valor ornamental", y a prevenir contra "la adoración estúpida de algunos fanáticos que buscan héroes compensatorios de su inferioridad".

La dramaturga Griselda Gambaro recordó cómo, en la Bienal Americana de Arte de Córdoba, en 1966, en la que Pellegrini participaba como jurado en Pintura, "él peleó tanto por los artistas argentinos, especialmente por uno cuyas obras habían desagradado a Sam Hunter, por aquel entonces director del Museo Judío de Nueva York, y salió tan enardecido por la discusión, que se llevó por delante una puerta de vidrio. Se lástimo, hiriéndose una rodilla, y a las próximas reuniones del Jurado asistió en una silla de ruedas, vehemente, lúcido, de pie sobre una estatura que ninguna conveniencia personal alteró nunca".

El autor en 1961 de la Antología de la poesía surrealista de lengua francesa (Fabril Editora), de Antología de la poesía viva latinoamericana (Seix Barral, Barcelona, 1966), de Panorama de la pintura argentinaNuevas tendencias de la pintura o del luminoso Para contribuir a la confusión general (Nueva Visión, 1965), entre tantos otros trabajos, fue asimismo el fervoroso y hoy poco frecuentado poeta de El muro secreto (1949), La valija de fuego (1953), Construcción de la destrucción (1957) y Distribución del silencio (1966). Olvido que en buena medida salvó una muy cuidada edición, por Argonauta, de sus poemas inéditos aún en proceso al fallecer su autor en 1973: Escrito para nadie. Y ahora, por fortuna, esta Poesía Completa editada por el mismo sello al cerrarse el primer cuatrimestre de 2002, y que lleva el título de uno de sus máximos poemarios: Valija de fuego.

Igual que su Teatro de la inestable realidad, la poesía y el pensamiento actuantes de Aldo Pellegrini dan la medida de un hombre que despreció la mera literatura. A casi ochenta años de la aparición de Qué, está más vigente que nunca su insignia vital: "La poesía fue y será, ante todo, un comportamiento". Porque "la puerta de la poesía no tiene llave ni cerrojo: se defiende por su calidad de incandescencia. Sólo los inocentes, que tienen el hábito del fuego purificador y que tienen dedos ardientes, pueden abrir esa puerta y por ella penetran en la realidad. La poesía pretende cumplir la tarea de que este mundo no sea habitable para los imbéciles."

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