domingo, 3 de mayo de 2009

poeta y poesia, a la altura del alma



antologia del Poeta Jose Angel Valente, son todos los poemas que leeremos este lunes en el club de lectura de poesia.
Sera una de las lecturas mas intensas y una de las voces mas profundas que tendremos el placer de compartir.
Entrevista a juan Goytisolo sobre Valente

El amor está en lo que tendemos
(puentes, palabras ).

El amor está en todo lo que izamos
(risas, banderas).

Y en lo que combatimos
(noche, vacío)
por verdadero amor.

El amor está en cuanto levantamos
(torres, promesas).

En cuanto recogemos y sembramos
(hijos, futuro).

Y en las ruinas de lo que abatimos
(desposesión, mentira)
por verdadero amor.

Palabras de Juan Goytisolo:La manifestación de un gran poeta, esa flor más bien rara, origina una secuencia de fenómenos de intensidad y duración variables: provoca, como un cambio climático, la emergencia de una nueva especie de críticos-poetas y de poetas-críticos en virtud de los desafíos que plantea.

La obra de José Ángel Valente, especialmente la de las tres últimas décadas, ha creado un espacio en nuestras letras al que sería inútil acercarse con los herrumbrosos pertrechos de la crítica al uso. Quienes intentan agruparla en conjuntos generacionales o medirla con el rasero de un discurso tan vacuo como reiterativo se condenan a no entenderla. El lenguaje poético engendra su propio lenguaje crítico. Éste no puede ser el mismo para San Juan de la Cruz que para Góngora, puestos a citar un ejemplo claro respecto a dos de los mayores poetas de nuestra lengua.
Es sumamente aguijador seguir paso a paso, de libro en libro, la construcción del mundo poético de Valente. No se trata de un crecimiento previsible ni de una prolongación de la obra ya hecha. Cada una de sus estaciones o lances crea un ámbito de reflexión e impone al lector la aventura de adentrarse en una terra incognita en la que deberá acampar, con levedad y sigilo, para examinarla con detenimiento. El autor nos ayuda a ello pues, paralelamente a la extensión y acotación de su campo poético, abre un espacio cognitivo que sirve de fundamento y fulcro a su fuerza genésica. La piedra y el centro y Variaciones sobre el pájaro y la red muestran la cuidadosa apropiación por Valente no sólo de la propia tradición —la de Teresa de Ávila, Juan de la Cruz y Miguel de Molinos, a quienes rescata, en unas páginas luminosas, de las empobrecedoras lecturas ideológico-religiosas y disquisiciones escolásticas—, sino también de la del Maestro Eckhard, la Cábala, la mística hindú y el sufismo árabe e iranio, así como su hermandad en el desamparo con unos pocos poetas contemporáneos afines y cuyo desarraigo comparte.
Esta apertura hacia otras culturas y afán de conocimientos, insólitos en un país como el nuestro —tradicionalmente ovillado sobre sí mismo y en el que el poeta o novelista que triunfa se limita a la lectura de quienes imitan conforme a lo que Antonio Saura denominaba "el hipo de la moda"—, es la de un español de otra manera, exiliado cultural de la dictadura franquista y aireado por su larga estancia en el extranjero. Inútil precisar que dicha curiosidad intelectual y amplitud de miras suelen ser juzgadas de forma negativa por la tribu castiza y una oficialidad reglamentadora de cauces, normas y parámetros. La pregunta que se formulaba sotto voce y con tono desabrido —"¿Por qué se toma a ése por poeta judío?"— es perfectamente simétrica al "¿A qué viene ese interés suyo por el mundo árabe?" con la que me han obsequiado también, con diferentes grados de agresividad, algunos de mis paisanos.

Gallego militante, José Angel Valente nació en Orense en 1929.La poesía se convirtió pronto en un cobijo, en una actitud ante las cosas, en una forma de entender el mundo y descifrarse en él. Estudió Derecho y terminó Filosofía y Letras. Vivió el Madrid de los años 50, gris plomo por dentro y por fuera. Viajó a Oxford después de la irremediable mili en Ceuta (que a él le sirvió para entrar en contacto con la poesía marroquí contemporánea).Sufrió un consejo de guerra y marchó a París, y marchó a Ginebra, y allí quedó, establecido como funcionario de la Organización Mundial de la Salud. «Yo fui un joven escritor en un tiempo sombrío», apuntó en 1966, año en el que publica uno de sus títulos esenciales, La memoria y los signos.


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