domingo, 25 de enero de 2015

NAZIK AL MALAIKA y DUNYA MIKHAIL. DOS POETAS IRAKIES

CALENDARIO
Un poema de NAZIK AL MALAIKA


Para nuestros pasos había un pasado; está muerto
Desde hace cientos de años.
Los años han borrado su recuerdo
Y lo han colocado entre los muertos.
Durante mucho tiempo hemos buscado
Sus astros desaparecidos,
Hemos recurrido al imposible
Para devolverle la vida.
Hemos intentado, traspasando los siglos,
Hacerle volver a sus comienzos,
Esperando recobrar nuestros sentimientos,
Y hemos regresado con las manos vacías.
Hemos atravesado las tinieblas,
Franqueado lo impasible, inmóvil,
Excavando los huesos amontonados,
Y no hemos encontrado lo extraviado.
Hemos visto, allí, frentes
Que no veían porque estaban ciegas,
Ojos ensimismados en la vida
Silenciosa, porque estaban mudos.
Hemos visto restos de corazones
Embalsamados con el recuerdo.
En vano habían intentado encontrar
El sentido... eran restos.
Hemos visto labios vacíos
Que no emitían quejas ni sentían hambre
Y manos marchitas, plegadas,
Cuya desgracia no provocaba lágrimas.
Nos preguntamos por nuestro pasado
Y tropezamos con un ataúd.
Allí, sobre la tumba, yacía el tiempo descolorido.
Regresamos al calendario:
¿Se puede engañar a los días?
Y oímos gritar a los restos
Tras el sarcasmo de las cifras.
Vimos el mañana esperado
Arrastrando su mitad paralizada,
Arrastrando su mitad despreciada,
Su mitad congelada, inerte.
Allí, un libro se cerraba
Y finalizaba el antiguo canto.
Mañana, la vida germinará
Sobre las heridas del doloroso tiempo.
La voz del ayer se perderá
En el torbellino profundo del tiempo
Y sentiremos en nuestras copas

La palpitación del sueño que se despierta.






A GUERRA TRABALHA DURO

Un poema de Dunya Mikhail


Quão magnificente é a guerra!
Quão ávida
e eficiente!
Cedo, pela manhã
ela desperta as sirenes
e despacha ambulâncias
a vários lugares,
estende macas aos feridos,
reune chuva
nos olhos das mães,
e desentoca coisas
de baixo das ruinas…
Algumas são exangues e cintililantes,
outras são pálidas e ainda palpitantes…
Isso produz muitas perguntas
nas cabeças das crianças,
entretém os deuses
com tiros de fogos de artifício e mísseis
em direção ao céu,
semeia minas nos campos
e colhe buracos e pústulas,
estimula famílias a emigrar,
poisiciona-se ao lado dos sacerdotes
enquanto eles amaldiçoam o diabo
(pobre diabo, ele permanece
com a mão no ferro em brasa)…
A guerra continua seu trabalho, dia e noite.
Ela inspira tiranos
a oferecer longos discursos
premia com medalhas os generais
e com temas os poetas.
Ela contribui com a indústria
de membros artificiais,
provê comida às moscas,
acrescenta páginas aos livros de história,
permite igualdade
entre assassinos e assassinados,
ensina amantes a escrever missivas,
acostuma jovens mulheres a esperar,
enche os jornais
com artigos e fotografias,
constrói casas novas
para os órfãos,
estimula os fabricantes de ataúdes,
dá aos coveiros
um tapinha nas costas
e desenha um sorriso no rosto do líder.
A guerra trabalha com incomparável diligência!
E, no entanto, ninguém lhe destina
uma só palavra de louvor.

martes, 13 de enero de 2015

NOTICIAS SOBRE JUSTO ALEJO «Además de notas llegó a tener balas de Parabellum sobre la mesa»

«Además de notas llegó a tener balas de Parabellum sobre la mesa» - La Opinión de Zamora





«Además de notas llegó a tener balas de Parabellum sobre la mesa»

Silvia Herberg, mujer del escritor, reconoce la existencia de amenazas de otros compañeros del cuerpo castrense

07.07.2012 | 03:25

Silvia Herberg observa algunos escritos de su marido.
Silvia Herberg observa algunos escritos de su marido. 
Silvia Herberg, esposa de Justo Alejo, es una mujer introvertida, discreta y poco o nada dada a falsedades. Pone de manifiesto que a su esposo«le preocupaba el subdesarrollo de Sayagoy la corrupción en la zona, como la central nuclear de Moral». Un hombre que ejercía su independencia en una época «en que el caciquismo y el subdesarrollo eran terribles, porque la luz llegó en los años setenta y pocos y el agua más tarde».
Recuerda Herberg que Alejo «escribía a todas horas». Según dice, y lo dice todo el mundo que conoció de cerca al brigada y poeta, «llevaba su lapicito en la mano y escribía en cualquier papel porque todos le servían. Escribía en el metro, en el trabajo, en casa, por la noche, por la mañana, en clase, a todas horas. Era un hombre muy curioso».
También destaca «la gran facilidad para coleccionar títulos académicos, debido a su enorme inteligencia», y su costumbre de salir del trabajo e ir a las clases o a la biblioteca» a desenvolver sus compromisos culturales.
Silvia Herberg afirma que Alejo «se lo pasaba muy bien al escribir porque le encantaba, y muchos textos los escribía con una sonrisa en la cara, con mucha ironía». Sobre esa forma tan suya de utilizar mayúsculas y minúsculas, siembre buscando una duplicidad o una complicidad, la esposa del desafortunado poeta expresa que «forma parte de las reglas poéticas». «Yo transcribió muchas letras a máquina y, a veces, le ponía una mayúscula como minúscula y había que reescribirlo. Las vocales bailando hacia abajo y luego otras que suben son reglas poéticas» recalca Herberg.
Que Justo Alejo llevaba el rango militar con un esfuerzo superior a su vocación poética y de escritor era algo conocido por todos. especialmente por quienes compartían la tertulia desarrollada en Valladolid, donde residió desde 1954 al año 1966.
«Como ser, no era militar. Se metió en la Unión Militar Democrática (UMD) que era un grupo de compañeros que querían mejorar las condiciones de esclavitud de los militares. A los que venían de los pueblos, que no procedían de la academia militar, los pisoteaban más que a los otros, ¡bastante más! Y a los que además eran hijos naturales los pisoteaban más aún. Había un grupo de gente interesante que quería democratizar, pero en aquellos años era imposible. Existía una cúpula terriblemente dictatorial en la época franquista. Y esto se lo hacían notar en que nunca conseguían ascender a nada. Se pasó de cabo muchos años, y otros tantos para llegar a brigada; y eso es importante a la hora de comer. Ahora han cambiado y se han democratizado. Aquellas formas le cabreaban y le tocaba luchar contra todo eso. No hacía falta ver mucho, con ver un poco lo veías, pero era algo que se daba en todos los gremios» manifiesta Silvia al hacer un recordatorio de su esposo.
Silvia Herberg reconoce la existencia de amenazas de diferente calado. «Además de notas, llegó a tener balas de Parabellum encima de la mesa. Cosas sutiles». Señala, sobre el particular de las notas, que se trataba de «textos agresivos».
Herberg dice no saber el por qué de su muerte, y afirma que «pudo haber sido una coincidencia» el hecho de haberse vestido de gala el día de la tragedia. Si defiende el desenterramietno de sus restos para llevarlos al campo. «Hay un pliego de cordel donde deja escrito que no quiero campana, que me entierren en el campo. Me costó porque estaba prohibido, pero salió una ley que permitía incinerar y enterrar los restos donde se quisiera, y fue lo que hice. Me costó un ojo de la cara y aquí mucha gente se mostró cabreada». Silvia es consciente de que «hay muchos que no ven la ironía en los textos» de un poeta que «con los bailes de letras se lo pasaba muy bien».

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