"El
poeta nos habla de hazañas heroicas emprendidas por amor: el amante va
hasta el fin del mundo para traer el Agua de la Vida, mata a ogros y
dragones, escala una montaña de cristal, etcétera, y su recompensa final
son la mano y el corazón de la mujer a la que ama (que por lo general
es una princesa). Pero todo esto sucede en el reino de lo social, no en
el terreno personal. Viene muy a tono que los padres de la muchacha (o
la opinión pública) digan: “Tales y cuales virtudes son esenciales en un
yerno (o en un rey)”, e insistan en que cada aspirante que se someta a
cualquier prueba, ya sea escalar una montaña de cristal o traducir un
pasaje oscuro de Tucídides, demostrará si posee tal cualidad o no: y el
aspirante que pase la prueba exitosamente tiene el derecho de
reclamarles el consentimiento de la boda. Pero es inconcebible cualquier
prueba que haga decir a la muchacha: “No podría amar a cualquier
aspirante que fallara, pero amaré a aquel, quien quiera que sea, que la
pase”; tampoco es concebible alguna hazaña que le dé al aspirante el
derecho de demandar el amor de su amada.
Supongamos,
también, que ella dude de la calidad afectiva del héroe (¿él sólo va
detrás de su cuerpo o de su dinero?), entonces ninguna hazaña de él, por
heroica que sea, puede sacarla de la duda; en relación con ella
personalmente, todo lo que eso puede demostrar es que el objetivo del
héroe, noble o ruin, es lo suficientemente fuerte para someterlo a la
Prueba."
(Poesía y verdad. Un poema no escrito,... XXI
Por W.H. AUDEN)
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