Manifiesto
POESÍA ÚTIL
Cansados,
aburridos, decepcionados de la poesía que se escribe en la España de
fin de siglo XX (con el justo respeto a las contadas excepciones
redentoras), por instinto de resurrección poética decimos No. No
queremos una poesía domada por las tendencias dominantes. Queremos una
poesía en estado salvaje, libre. No queremos una poesía aséptica, de
sonsonete, mimética. No queremos poemas de tubo de ensayo, ni poemas
lúdicos que camuflan la trampa. No queremos una poesía profesoral
escrita por doctos iniciados para los elegidos de la secta. Arremetemos
contra la abulia, contra el sopor, contra la palabrería, contra el
ombliguismo lingüístico, en un mundo que se descompone por la carcoma de
su incapacidad para pensar y repeler la agresión de la Gran Anestesia.
Rechazamos la poesía elaborada para obligar al lector a estudiar el
diccionario, la poesía personalista de valor terapéutico exclusivo para
su autor, la poesía de fanatismo culturalista y esteticista, la
humorada, la banalidad de pensamiento y la frivolidad en el tratamiento
de los sentimientos y las emociones. Abajo la poesía de hueco alarde
ingenioso, voz impostada y palabra estéril.
Propugnamos
una poesía heredera de la tradición mejor asimilada, abierta a caminos
nuevos en la forma y en los temas. Una poesía sencilla, clara, rotunda,
directa, honda, intensa y grave, cargada de intención. Que atraviese la
inteligencia, queme en los ojos y en los oídos, estrangule el corazón,
produzca escalofrío en el conocimiento y fustigue la conciencia
agitándola, haciéndola reaccionar, moviéndola a la reflexión y a la
acción. Una poesía habitable, testimonio radicalmente sincero de la
experiencia vital e intelectual, de nuestra convivencia con la realidad
del existir y con la idea de la muerte. Defendemos una poesía útil que,
además de objeto de belleza, sea sujeto de conducta. Que sirva al ser
humano: moralmente, para vivir; culturalmente, para ensanchar y afianzar
su saber; y estéticamente, para gozar. Una poesía que tenga los pies en
la tierra, comprometida con el destino de las mujeres y hombres de su
tiempo. Que busque elevar el lenguaje coloquial a la categoría de
lenguaje poético, y consiga que la verdad particular de su mensaje
alcance validez universal. A esta poesía (firma en su poder de
insinuación y de sorpresa) conviene una mínima dosis de didactismo que
haga eficaz su interés por regenerar los valores del espíritu y del
arte, así como su afán rehabilitador de la imaginación, la voluntad, la
sensibilidad y la razón crítica de unos lectores cuya recuperación hemos
de demostrar merecer sin otras armas que la propia obra.
Ángel Guinda
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