SEMBLANTE DE UNA AMIGO QUE VIVIÓ EN NUESTRA BUHARDILLA
Eran aquellos años que transcurrían con los días engordados por la inconsciencia de la muerte y la osadía de un sueño en el que recorrer el mundo
era cosa de saltar por la ventana y alcanzar las afueras . Jazz preñado de brasas, música transitiva, percusiones de hierba y tantanes de distancia configuraban un lugar, todos los lugares. El resto se lo sacabas con creces a las materias primas que como los libros nos llegaban de mano en mano, cosa que evitaba las adulteraciones, los sucedáneos, los plagios...al menos en parte.
En este contesto aparecían por la BUHARDILLA: MALCOLM LOWRY, Dylan Thomas, El Conde de Lautréamont, Cortazar, Castaneda y sus enseñanzas De Don Juan, y siempre con Coltrane, Coleman Hopkins, Ornette Coleman, Hector Laboe o Stan Getz...Y ahí , en ese maravilloso ajetreo aparece Blaise Cendrars. Nos leemos todo lo que cae en nuestras manos: EL HOMBRE FULMINADO, ORO, ROM, LA MANO CORTADA, Y la mas querida y maravillosa de las novelas suyas, MORAVAGINE. Teníamos siempre a mano su ANTOLOGÍA NEGRA, en donde había recopilado las voces de África, inventado sus cantos, y los cuentos haciendo alarde de su inconformista relación con el mundo que las lecturas de Schopenhauer que ilumina su relación con la realidad: "el mundo es mi representación"
Aqui una lucida semblanza de Cendrars escrita por Christian
Kupchik
"Henry Miller señalaba que lo fundamental que debe saberse
de Blaise Cendrars es que ”fue un hombre compuesto de
muchas partes”. Escribió una obra profusa, integrada
por muchos libros y, a la vez, cada uno de ellos diferentes.
Participó de las principales vanguardias que dieron color
a este siglo y no pocas veces se anticipó a ellas. Fue
protagonista de algunas guerras -reales y ficticias-, y viajó
incansablemente desde que era un adolescente por Europa, Asia,
Africa y América.
Escribir y vivir fueron
un sólo verbo para él, dibujando un destino único
que marcó, a la vez, el destino de muchos otros. “Para
escribir hay que estar poseído y obsesionado”,
dice Miller. ¿Qué era lo que posesionaba y obsesionaba
a Cendrars? “La vida. Es un hombre enamorado de
la vida, et c´est tout”, nos contesta su amigo
Miller. Y la misma respuesta nos llega desde su obra.
La vida es importante. Ni siquiera en sus momentos más
oscuros, Blaise Cendrars dejó de advertir esta aparente
obviedad que pocos toman en cuenta. En más de una ocasión
señaló que él no mojaba su pluma en la tinta,
sino en el río de la vida. Tal vez por eso, sus biógrafos
más minuciosos buscaron los rastros de sus días
no sólo en documentos y testimonios de testigos cercanos,
sino en su obra. Y ambas, vida y obra, mostraron una exuberancia
poco común hasta construir una cosmópolis de mil
paisajes, diversos y simultáneos."
Y aqui LA PROSA DEL TRANSIBERIANO
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